20111130

El hombre que no tenía nada que contar

Hoy me he propuesto que tenía que escribir alguna entrada aquí. Hacía ya más de una semana que la caja no se abría, que no había comprobado el estado del gato. Iba siendo hora de remediar eso, pero ¿sabéis que es lo mejor? Que no tengo nada que contar, absolutamente nada. Aún así eso no me va a impedir escribir. Me he puesto delante del documento en blanco de Word (que tanto pánico me da) y me he impuesto a mí mismo que debía escribir. ¿El tema? El tema me da igual, no necesito tema, sólo voy a escribir. Lo primero que se me pase por la cabeza, sin revisar, sin corregir, sin cortarme ni un punto ni una coma. Siempre he pensado que no hay nada más triste para un contador de historias que no tener nada que contar, pero hoy me he dado cuenta que no tener nada que contar no quiere decir que no podamos contar nada. Ahora mismo, que no tengo ninguna historia, ninguna reflexión, e siento completamente libre, no estoy encorsetado por clichés, retórica o estructuras literarias de cualquier tipo. Literalmente, voy a escribir lo que me salga. Lo primero que se me pase por la cabeza. Podemos considerarlo un método de autodisección de mi alma. He puesto mi reproductor de música (ahora mismo suena Segundo Asalto de Love of Lesbian) y me voy a dedicar a escribir lo que se me pase. Sí, y sé que van dos veces seguidas que lo digo. Quizás ni siquiera cuando estoy libre para contar lo que quiero me atrevo realmente a contar lo que quiero. ¿Seré capaz? No es fácil desnudar tu alma, ni siquiera a uno mismo, como para hacerlo en un lugar tan público como es un blog. Pero me importa una mierda.

¿Sabéis que es lo primero en lo que he pensado? Que las cosas se acaban. Hace apenas un día cumplía un año más en mi corta existencia y me he dado cuenta, que al terminar ese día, una parte de mi pasado, una parte que había sido muy importante para mí, se había quedado atrás, congelado en mi yo de hace dos días. Y eso es lo que reflexioné, las cosas se acaban, irremediablemente. La gente le pone fin a proyectos en los que estabas involucrado sin darte explicaciones, apenas algunas ideas someras antes de cortar por lo sano. Pero uno, que es experto en poner a mal tiempo buena cara, dice que no le importa y que no pasa nada. Al principio, claramente, eso no es cierto, aunque luego el tiempo te de perspectiva y llegues realmente a pensar lo que dijiste y te da igual. Pero entonces, tú mismo intentas iniciar algunos otros proyectos, quizás con algunas otras gentes, y mueren incluso antes de empezar. Y por supuesto, la culpa es exclusivamente de uno, que es demasiado cobarde como para dar el paso al frente y gritar a los cuatro vientos lo que quiere, prefiere callarse, decirlo en petit comité (o como carajo se escriba) y luego encima atreverse a decir que las cosas no le salen bien. Que te jodan, si no te salen bien es porque no quieres.

Me acabo de dar cuenta que para no tener nada que contar llevo más texto que cuando realmente quiero contar algo. Quizás porque las personas que realmente tienen una historia son las que más callan. Supongo que voy a ir cortando ya. Puede que los que lean esto no lo entiendan, puede que algunos incluso lleguen a molestarse un poco, pero, ¿sabéis qué? Hoy, me importa una mierda. Fuck you.

2 comentarios:

  1. Disfruto siempre mucho del automatismo surrealista, aunque este no tenga mucho de surreal (¿o sí -en el sentido estrictamente etimológico de "surréalisme"-?).

    P.D
    Deja de escuchar Love of lesbian.

    ResponderEliminar
  2. Oscar Wilde dijo una vez que no existían más que dos reglas para escribir: tener algo que decir y decirlo... pero bueno Oscar Wilde está muerto xD

    PD: No dejes de escuchar Love of Lesbian.

    ResponderEliminar